lunes, 30 de abril de 2012

Bad Religion I

   Almacén de barrio. Lugar adornado con juguetes a la vista colgando del techo. Toda clase de productos, bastante comunes, claro está. En las paredes, estampitas de Jesús pegadas: "Jesús te amá", "Dios es el camino", "Bendícenos Señor en este día", "Ama a tu prójimo", bla, bla, bla.

    La dueña es una señora de más de sesenta años, ferviente religiosa. Comparte su negocio con el hijo, al cual llamaremos "Roberto", resguardando su verdadera indentidad. Ni un gramo de cortesía. Indiferencia absoluta. Ella, nunca te da cambio, te lo devuelve con caramelos. ¿Y si juntara 150 caramelos que me da de vuelto, me los cambiaría por una Levité? Difícil que el chancho vuele (de un boleo tal vez).

    Típico día normal, soleado, sin nubes, sin viento. No me puedo quejar, estoy como quiero estar. Voy llegando al almacén, entro y espero mi turno. A los cinco minutos entra un nene de unos seis años supongo, con la cara sucia, la ropa bastante vieja y rota, el pelo cortado como con una motosierra, se acerca y pregunta:

-Señora, ¿Me da un sanguche (bien argento)?-
-No puedo, Roberto no está.
-Por favor señora, tengo hambre-
-No puedo, ¿Quién sigue?

Yo no.

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