Y en la eternidad de la noche
cuando todo parecía calmo
una lucecita se vió en el horizonte.
Se hizo más grande con el correr de los días;
la lucecita ya era llamita, y la llamita se transformó en un fueguito
dejando lugar, tiempo después, a la llamarada más grande que ningún hombre jamás haya visto.
Y el fogón, estaba dentro de él, quemándole de placer.
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