lunes, 5 de diciembre de 2011

Insomnio.

Dando vueltas en la cama, sin poder dormir. Pensando o más bien, intentando no pensar. Es complicado tratar de expresar algo cuando escucho una canción que es como si la hubiera escrito yo mismo. Copia, plagio, no sé...pero sucedió.

Me acompañaste a la estación de trenes como acompaña un perro guía a su dueño ciego. El perro no es consciente de la importancia que tiene para su dueño. El ciego confía, se entrega. Me diste las indicaciones de como volver y te fuiste sin decir más. Y yo volviendo a casa inocentemente, sin sospechar de nada.

Pasado un poco el tiempo, siento que no te odio ni te tengo bronca, ni ningún sentimiento oscuro se apoderó de mi, al contrario, te admiro. Esa facilidad para no demostrar fisuras, grietas, no la posee cualquiera. No tenés flancos (o nos los descubrí). Vos sabías que ese era el fin, pero yo no. No estaba preparado.

Inventaste excusas sin sentido, excusas que las podría haber creado una piba de catorce o quince años, pero inentendiblemente sos un poco mayor. 

Tal vez es mejor que todo quede así, el misterio a veces se vuelve adicción, placer; por otro lado me gustaría comprender los motivos, aunque en el fondo ya los sé.

Sé que no vas a volver, y creo que la solución está simplemente en no esperar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario